Ubicado en el corazón de Normandía, el Château de Flers es un fascinante testimonio de la historia francesa y la belleza arquitectónica. Este encantador castillo, situado en la localidad de Flers en el departamento de Orne, invita a los visitantes a descubrir su pasado histórico y sus pintorescos alrededores. Con orígenes que se remontan a la era medieval, el Château de Flers es un espléndido ejemplo de cómo la historia y la naturaleza se entrelazan para crear una experiencia mágica.
La historia del Château de Flers comienza en el periodo medieval, cuando se erigió como una modesta estructura de piedra y madera, rodeada por fosos defensivos. Su ubicación estratégica en la confluencia de varios valles proporcionaba defensas naturales, convirtiéndolo en un sitio ideal para una fortaleza. A lo largo de los siglos, el castillo cambió de manos entre familias nobles como los d'Aunou, d'Harcourt y de Tournebu, cada una contribuyendo a su arquitectura y legado en evolución.
En el siglo XVI, el castillo experimentó una transformación significativa bajo la propiedad de Nicolas III de Grosparmy, un apasionado alquimista. Entre 1527 y 1541, construyó el ala derecha del castillo, con dos torres redondas en las esquinas, que siguen siendo algunas de las partes más antiguas del edificio. La leyenda dice que Grosparmy acumuló una gran fortuna a través de actividades alquímicas, pero en realidad, su riqueza provenía de las forjas de Halouze, parte de su extenso dominio.
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El siglo XVII vio más mejoras en el castillo y sus terrenos. Un extenso paisajismo transformó las llanuras pantanosas en un magnífico parque con un estanque y un molino. La adición de un parterre cuadrado rodeado de agua, un huerto y un jardín de cocina añadió encanto al castillo. Dos grandes avenidas bordeadas de cedros acentuaron la grandeza de la finca, mientras que nuevos edificios reemplazaron a los perdidos por el fuego, mejorando la elegancia del castillo.
Bajo la dirección de Louis de Pellevé, el castillo alcanzó su apogeo en el siglo XVIII. El parque fue desarrollado aún más, y el ala oeste fue remodelada para convertirse en las principales dependencias, con una fachada clásica y ventanas ampliadas para mayor comodidad. La prosperidad de la finca era evidente, con el conde de Flers poseyendo numerosos molinos y granjas, lo que lo convirtió en uno de los terratenientes más influyentes de la región.
La fortuna del castillo cambió con la Revolución Francesa. Durante la Chouannerie, sirvió como cuartel general para las fuerzas realistas, y en 1800, parte del castillo fue incendiada por tropas republicanas. Sin embargo, el siglo XIX trajo un renacimiento. Jean Sigismond Ehrenreich de Redern Bernsdorf adquirió la propiedad, restaurando el castillo y abriendo su parque al público. Antoine Schnetz, quien más tarde se convirtió en alcalde de Flers, modernizó aún más la finca, asegurando su lugar como un querido hito local.
En 1901, el castillo pasó a ser propiedad de la ciudad de Flers, albergando el ayuntamiento y un museo. A pesar de los estragos de la Segunda Guerra Mundial, el castillo permaneció intacto, continuando como un centro cultural. El museo cuenta con una rica colección de pinturas del siglo XIX y exposiciones dedicadas a las tradiciones normandas, ofreciendo a los visitantes un vistazo al vibrante patrimonio de la región.
El parque del castillo es un refugio sereno, perfecto para paseos tranquilos y picnics. Aunque las tormentas de finales de los años 80 dañaron muchos árboles, los esfuerzos por renovar el paisaje han preservado su atractivo encantador. El estanque del parque, una vez sitio de un trágico evento en 1968, ahora sirve como un retiro pacífico, reflejando la belleza perdurable del castillo.
Hoy en día, el Château de Flers se erige como un monumento querido, invitando a los visitantes a explorar sus históricos salones y tranquilos terrenos. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un amante del arte o simplemente busques una escapada pintoresca, el castillo ofrece un rico tapiz de experiencias. Desde sus orígenes medievales hasta su papel moderno como un faro cultural, el Château de Flers es un destino imprescindible que captura el espíritu atemporal de Normandía.
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