En el corazón de La Haya, junto al histórico Binnenhof, se encuentra el Buitenhof, una plaza fascinante que ha sido testigo de siglos de historia holandesa. Este lugar encantador no es solo un espacio geográfico, sino un vibrante tapiz tejido con historias de la vida medieval, intrigas políticas y evolución arquitectónica. Ya seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura, o simplemente un viajero curioso, el Buitenhof ofrece una deliciosa mirada al pasado y presente de los Países Bajos.
La historia del Buitenhof es tan rica y variada como la de la ciudad misma. Desde el siglo XIII, cuando se construyó el Binnenhof, el Buitenhof comenzó su andadura como un conjunto de casas y establos. Rápidamente se convirtió en un centro de actividad, albergando animales exóticos como leones y halcones, regalos del Conde de Gelre, que se mantenían para la caza. Bajo el reinado del Conde Aalbrecht, la plaza incluso albergó un pequeño zoológico, un testimonio del pasado único y ecléctico del área.
A medida que pasaron los siglos, el Buitenhof evolucionó. En el siglo XV, se fortificó con fosos y muros, creando un enclave seguro para aquellos relacionados con la corte. Las áreas circundantes, como el Plaats y el Lange Vijverberg, se convirtieron en el hogar de aquellos que vivían fuera de la influencia inmediata de la corte. La accesibilidad de la plaza se expandió con el tiempo, con nuevas entradas añadidas en 1814 y 1885, reflejando su creciente importancia como centro de actividad en La Haya.
A finales del siglo XIX, el Buitenhof abrazó la modernidad con la introducción de líneas de tranvía. Comenzando con tranvías tirados por caballos en 1887, la plaza pronto se convirtió en un punto clave para los tranvías eléctricos, tejiendo una red de conexiones por toda la ciudad. Las líneas de tranvía han evolucionado a lo largo de las décadas, adaptándose a las cambiantes necesidades de la bulliciosa población de La Haya, y siguen siendo una parte integral del carácter dinámico de la plaza.
El aumento del tráfico llevó a cambios significativos en el siglo XX, con la demolición de edificios para dar paso a una nueva carretera a lo largo del Hofvijver. Esta transformación permitió un flujo de tráfico más fluido y marcó un nuevo capítulo en el desarrollo del Buitenhof como una arteria vital en la infraestructura de la ciudad.
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El Buitenhof es un tesoro de joyas arquitectónicas, cada una con su propia historia que contar. El número 19, inicialmente la principal casa de guardia para la guarnición, se ha transformado a lo largo de los años de una estación de policía a un encantador restaurante, ofreciendo un sabor de la historia junto con sus delicias culinarias. Mientras tanto, el número 20, que una vez fue un Cineac y luego un cine Pathé, ahora alberga un vibrante restaurante, continuando su legado como un lugar de entretenimiento y reunión.
El Gevangenpoort, en el número 33, es un recordatorio contundente del pasado de la plaza, habiendo servido como prisión desde 1420 hasta 1828. Hoy en día, es un museo que muestra fascinantes exhibiciones de dispositivos históricos de castigo y tortura. Cerca, la Galerij Prins Willem V en el número 34 tiene la distinción de ser el primer museo público en los Países Bajos, inaugurado en 1774, y continúa atrayendo a amantes del arte de todo el mundo.
El Buitenhof ha sido durante mucho tiempo un centro de festividades culturales, con ferias que datan de 1394. Aunque temporalmente prohibidas a finales del siglo XIX, estos animados eventos regresaron, trayendo alegría y entretenimiento a locales y visitantes por igual. La importancia cultural de la plaza se subraya aún más por la estatua del Rey Guillermo II, un tributo a su heroísmo en la Batalla de Waterloo. Este monumento, originalmente en la plaza, fue luego trasladado a una posición más prominente junto al Hofvijver.
Hoy en día, el Buitenhof sigue siendo un bullicioso centro, fusionando sin esfuerzo sus raíces históricas con atracciones modernas. El quiosco, diseñado por Berlage, se ha transformado de un puesto de periódicos a un acogedor lugar para refrescos, invitando a los visitantes a hacer una pausa y disfrutar del ambiente de esta histórica plaza.
Ya sea explorando los museos, disfrutando de una comida en uno de sus edificios históricos, o simplemente paseando por sus pintorescos alrededores, el Buitenhof ofrece una experiencia única y cautivadora. Es un lugar donde el pasado y el presente convergen, creando un vibrante tapiz que captura la esencia de la rica historia y la dinámica cultura de La Haya.
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