Ubicada en el corazón de Marsella, la Église des Grands-Carmes, conocida localmente como l’église des Grands-Carmes de Marseille, es un símbolo del rico tapiz histórico de la ciudad. Situada en la cima de la butte des Carmes, esta iglesia ofrece una fascinante mirada al pasado, combinando significado espiritual con belleza arquitectónica. Al pasear por Marsella, la Église des Grands-Carmes atrae con su historia y su presencia serena.
La historia de la Église des Grands-Carmes está entrelazada con la narrativa de la orden carmelita, una de las cuatro órdenes mendicantes junto con los agustinos, franciscanos y dominicos. Estos carmelitas, originarios del Monte Carmelo, fueron obligados a abandonar su tierra natal en el siglo XIII y encontraron refugio en Marsella. Inicialmente se establecieron en el área remota de Aygalades, pero finalmente se trasladaron dentro de las murallas de la ciudad en 1285, fundando su convento en la colina de Roquebarbe, ahora conocida como la butte des Carmes.
La iglesia que vemos hoy es el resultado de un esfuerzo de reconstrucción en el siglo XVII. La estructura original, construida con el apoyo de un benefactor llamado Guillaume André en 1361, se había deteriorado con el tiempo. La primera piedra de la nueva iglesia se colocó en 1603, y para 1619, el presbiterio estaba completo. La iglesia se convirtió en un faro de esperanza durante las épocas de peste del siglo XVII, con una lámpara de plata ardiendo perpetuamente ante una estatua de la Virgen, un regalo de los cónsules de la ciudad.
El exterior de la Église des Grands-Carmes es notable por su campanario único, que pasa de una base cuadrada a una parte superior octogonal, una transformación necesaria por preocupaciones estructurales. La fachada está adornada con un rosetón y una estatua de la Virgen del Monte Carmelo, posiblemente del siglo XVII. La entrada está enmarcada por un bossage clásico del siglo XVII, añadiendo al encanto histórico de la iglesia.
En el interior, el diseño de la iglesia es simple pero profundo, con una sola nave abovedada flanqueada por diez capillas. El altar mayor, elaborado en 1733, es una obra maestra de la carpintería dorada, mostrando los talentos de Antoine Duparc y Jean Gottlieb Courlaffski. El presbiterio, una vez adornado con exquisita carpintería de nogal y pinturas de Michel Serre, narra la vida de la Virgen, aunque algunas piezas se perdieron durante los bombardeos de 1944.
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La Église des Grands-Carmes ha sido testigo de muchas transformaciones a lo largo de los siglos. Durante la Revolución Francesa, la iglesia enfrentó el cierre, y sus tesoros, incluida la lámpara de plata y la estatua, fueron fundidos. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de la comunidad local, el edificio se salvó de la demolición. En 1802, tras el Concordato, la iglesia recuperó su nombre y reanudó su función como lugar de culto.
A finales del siglo XIX, la iglesia sufrió daños estructurales cuando parte de su cúpula y campanario colapsaron. A pesar de la negativa del municipio a financiar las reparaciones, la comunidad se unió para preservar este sitio histórico. Hoy, la iglesia se erige como un símbolo de resistencia, sus muros resonando con las oraciones y esperanzas de generaciones pasadas.
Los visitantes de la Église des Grands-Carmes pueden sumergirse en su atmósfera tranquila, explorando las ricamente decoradas capillas y admirando la intrincada carpintería. El entorno sereno de la iglesia en la butte des Carmes ofrece un retiro pacífico de las bulliciosas calles de Marsella, invitando a la reflexión y contemplación.
Al explorar, observe las capillas que bordean la nave. Cada una cuenta su propia historia, desde las pilas bautismales hasta el altar del Calvario, con un impactante Cristo de madera coronado de espinas. La capilla dedicada a Nuestra Señora del Monte Carmelo, adornada con estatuas de santos, añade profundidad espiritual a la iglesia.
La Église des Grands-Carmes es más que un monumento histórico; es un legado vivo del patrimonio espiritual y cultural de Marsella. Sus muros han sido testigos de siglos de cambios, pero su esencia permanece inalterada: un santuario de fe e historia.
En conclusión, una visita a la Église des Grands-Carmes ofrece una oportunidad única para conectarse con el pasado de Marsella y apreciar la belleza perdurable de su arquitectura religiosa. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura, o simplemente busques un momento de paz, esta iglesia proporciona una experiencia cautivadora que perdura mucho después de abandonar sus sagrados pasillos.
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