La Lonja de Zaragoza, una joya arquitectónica situada en el corazón de Zaragoza, España, es un testimonio del esplendor de la arquitectura renacentista en Aragón. Construido entre 1541 y 1551, este edificio histórico ha superado su propósito original como mercado, convirtiéndose en un faro cultural que ahora alberga exposiciones y eventos bajo los auspicios del Ayuntamiento de Zaragoza.
La creación de La Lonja fue una respuesta al creciente comercio en Zaragoza. Antes de su construcción, los comerciantes realizaban sus transacciones en la Catedral de La Seo y otras iglesias. El ayuntamiento, atendiendo las peticiones de los comerciantes y del arzobispo Hernando de Aragón, decidió el 18 de febrero de 1541 construir un edificio civil dedicado al comercio. La tarea fue encomendada a Juan de Sariñena, un maestro arquitecto conocido por su trabajo en la Torre Nueva y la Seo de Barbastro.
Para 1546, la construcción de La Lonja había avanzado significativamente, quedando solo el techado pendiente. Inicialmente, el diseño de Sariñena incluía una torre central similar a una linterna. Sin embargo, esta estructura presentó grandes desafíos para los constructores de la época, incluidos Alonso de Leznes, Gil Morlanes el Joven y Juan de Segura. Tras la muerte de Sariñena en 1545, se decidió en 1549 prescindir de la torre y en su lugar cubrir el edificio con un sencillo techo a cuatro aguas. La Lonja se completó oficialmente el 1 de noviembre de 1551.
La Lonja es celebrada como la estructura renacentista más significativa de Aragón y la primera en adoptar plenamente este estilo, influenciada por los palacios florentinos del Quattrocento italiano, aunque con elementos mudéjares distintivos. El edificio está construido principalmente de ladrillo, un material prevalente en la arquitectura aragonesa, donde es valorado debido a las influencias del arte islámico, como se ve en la Aljafería, y la tradición mudéjar.
El edificio rectangular presenta una fachada de tres niveles que desmiente su interior de una sola planta, que incluye un ático utilizado históricamente para almacenar armas. El nivel superior cuenta con una galería de arcos semicirculares emparejados, una característica del diseño renacentista, realzada por medallones de yeso policromado que representan retratos ornamentales.
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El interior de La Lonja es una armoniosa mezcla de elementos góticos y renacentistas. Comprende tres naves y cinco tramos de igual altura, sostenidos por ocho columnas anilladas que soportan quince bóvedas de nervaduras estrelladas. Estas columnas, inspiradas en la estética renacentista, exhiben un estilo jónico aragonés único, caracterizado por un anillo o nudo a dos tercios de su altura, lo que les otorga proporciones clásicas ideales para grandes edificios públicos.
Las paredes, construidas utilizando la técnica tradicional mudéjar de ladrillo y mortero de yeso, evitan los patrones ornamentales religiosos típicos en favor de rectángulos verticales empotrados, divididos por una cornisa adornada con dentículos. Las paredes superiores presentan una serie de arcos dobles que albergan ventanas originalmente acristaladas con pequeños paneles de plomo, ahora restauradas con placas de alabastro. La fachada está coronada con un amplio alero de madera y cuatro pequeñas linternas, adornadas con azulejos mudéjares, en las esquinas del edificio.
La decoración interior, atribuida a Gil Morlanes el Joven, es un rico tapiz de motivos góticos y renacentistas. Los relieves escultóricos en las jambas de las ventanas, los jefes florales policromados y dorados en las intersecciones de las bóvedas, y los frisos y medallones grotescos, todos contribuyen al atractivo artístico del edificio. Una banda epigráfica en escritura gótica, escrita en castellano con numerosas influencias aragonesas, rodea el interior, llevando una inscripción histórica.
La entrada está flanqueada por stipites antropomorfos, y putti que llevan el escudo del león rampante de Zaragoza adornan las nervaduras de las bóvedas. Las paredes centrales presentan el escudo imperial de Carlos V, rodeado por el collar de la Orden del Toisón de Oro, flanqueado por dos leones, todo vívidamente policromado y dorado.
Sobre el salón principal, un desván servía como armería, accesible a través de una escalera de caracol adosada a la pared noroeste, visible como una pequeña torreta en el dibujo de la ciudad de Anton Wyngaerde de 1563.
Hoy en día, La Lonja de Zaragoza ha pasado de ser un bullicioso mercado a una vibrante sala de exposiciones, albergando una multitud de eventos culturales y exposiciones de arte. Su historia y brillantez arquitectónica la convierten en una visita obligada para cualquiera que explore Zaragoza. Al recorrer sus grandiosos salones y admirar sus intrincados detalles, no solo se está presenciando un edificio, sino experimentando un pedazo de historia que ha resistido el paso del tiempo, reflejando el rico tapiz cultural de Aragón.
En conclusión, La Lonja de Zaragoza es más que un monumento histórico; es un testimonio vivo del rico patrimonio comercial y la innovación arquitectónica de la ciudad. Ya sea que seas un aficionado a la arquitectura renacentista, un amante de la historia o un viajero curioso, La Lonja promete un viaje inolvidable a través del tiempo y el arte.
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